Marcelo de la Mater

Hay personas que dejan huellas en otros, por distintos motivos: su carácter, su lucha, sus pasiones, hablar de Marcelo significa para mí remitirme a mis 19 años y una de mis primeras experiencias laborales.
   Tanto mi papá como mi abuelo materno fueron hombres importantes en mi vida, que sin grandes discursos pero sí con su ejemplo cotidiano me enseñaron la responsabilidad en el cumplimiento de la tarea diaria, el valor del trabajo para la familia, la honradez y gratitud por la labor realizada. Por lo tanto terminar mis estudios y trabajar era algo previsible y deseado.
   Entrar a trabajar en MTA-LAFEM (el laboratorio de análisis y fallas de materiales) donde Marcelo junto a otros dos ingenieros ejercían su profesión, fue uno de los regalos importantes que me hizo la Mater.
   Descubrí con él el valor del trabajo ofrecido, la experiencia de tener una Socia mayoritaria, a la que se le agradecía por el trabajo terminado y se le pedía que se manifestara como la Reina., cuando éste no llegaba o disminuía. Teníamos charlas y hasta reuniones de trabajo donde profundizabamos la doctrina de la Iglesia sobre el valor del trabajo  y también recorríamos el pensamiento del Padre Kentenich.
   El Santuario del Trabajo era el lugar principal de la casa, donde a medida que se iba llegando algunos hacíamos la oración de la mañana o se rezaba la novena Audaz en el Riesgo y se depositaban los informes terminados, encontrar en un cajón un libro del Padre, para leer en algún tiempo de descanso…todo esto para mi corazón joven y recién enamorado de la Mater y de Schoenstatt fue impactante.
   En el transcurso de tantos años he mantenido a la Mater en mis trabajos y siempre he dejado su imagen al irme, para que siga Ella cuidando a quienes quedaban, trabajar con Ella y para Ella fue la gran enseñanza que Marcelo me dejó.
   Lo recordaré siempre con su sonrisa y su abrazo, su mirada pícara diciéndome mi secretaria, mi secretaria, y yo en voz baja aclarándole que Marisa también lo era…
El es el beduino del cuento que innumerables veces lo oí contar, aquél que encontró un tesoro, un oasis y que quería dárselo a los demás….su tesoro, su oasis: la Mater y el mundo de Schoenstatt.
   No hay adiós sino un encaminarnos juntos hacia Dios, un hasta pronto con la certeza de saber que él está ocupándose de todo lo que aquí le preocupaba y le ocupaba su familia, el trabajo, Federación, la Liga, la casa de la Familia Platense, nuestro Santuario… está junto a la Mater hablándole de cada uno de nosotros, en el pedacito de cielo de la Federación.

 

María Graciela Colombo de Ponce de León (Curso 18: Tierra del Padre)

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