Agosto

(fragmento de una entrevista al P. Guillermo Mario Cassone)

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PGC: Ahora pasemos a la Asunción como tal, ya hablé de la historia, de cómo se desarrolló la proclamación del dogma, el contenido del dogma que proclamó Pio XII: “terminado el curso de su vida terrena la Virgen fue llevada en cuerpo y alma al cielo” por eso le decimos la Pascua, entró en la gloria de Dios con su cuerpo glorioso. Para mí esta fiesta significa tres cosas:
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  primero que hay que mirar al cielo como una realidad, como el destino, como la meta. Hacia allá vamos, sin tener miedo al tránsito que para nosotros siempre tiene algo doloroso que es la muerte. Pero la muerte es un tránsito, es una partida, es un volver a nacer.
–    Lo segundo, es vivir esta vida con la mirada en el cielo y los pies bien puestos en la tierra, con esa dimensión de esperanza, que el cielo nos abra la esperanza de que aquella vida existe pero que esta vida puede ser mejor de lo que tenemos y cada día puede ser mejor que el anterior y yo puedo ser mejor, puedo cambiar mi entorno y puedo cambiar mis relaciones y podemos cambiar nuestro país y podemos cambiar el mundo y no dejarnos llevar por las malas noticias que todos los días aparecen y nos hacen pensar que todo está perdido. No está todo perdido, el poder de Dios siempre es más fuerte que el poder del maligno y que la debilidad y el pecado del hombre. Entonces, vivir esta vida con mucha esperanza, con los pies en la tierra y cambiando el mundo para que se asemeje un poco más al cielo.
–    Y lo tercero es infundir esperanza en la gente que está desanimada, pero no una esperanza para evadirse, (soñemos con el cielo y este mundo que se caiga), no justamente para que la esperanza que yo tengo en la vida eterna y en que el mundo puede cambiar la contagie. Entonces podremos hacer de esta convivencia nuestra, en Córdoba, en el país y en el mundo, una convivencia más feliz, descubriendo el lado bueno de la vida, que es más fuerte que el lado malo. No dejarnos asustar porque el maligno nos interfiera, nos tiente, nos haga caer o nos desaliente.
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LA MEDITACION DE LA VIDA

 “Nuestro método preferido de meditación consiste en revisar y saborear, en revisar y pos-gustar lo pasado.
  De suyo, esto debiera ser, entre nosotros, una actitud permanente, un hábito. A partir de esta realidad, por más ínfima que ésta sea, debemos saber ascender hacia el corazón misericordioso y bondadoso de Dios Padre. Mientras esto no se haya convertido para nosotros en una segunda naturaleza, queremos ejercitarnos en ello una y otra vez, hasta lograrlo.
Queremos ingresar en la escuela de amor, de la oración interior. Podemos aplicar también otros métodos de meditación. Pero dada la importancia que reviste introducir al Dios de la vida en nuestra vida, encontrarnos con el Dios de la vida en nuestra vida, y responderle a partir de nuestra vida, pienso que debiera ser nuestra ocupación predilecta revisar y descubrir, dónde Dios nos salió al encuentro en el día recién pasado.” (1967)

“Les recuerdo el método de meditación que hemos elaborado a lo largo de décadas. Preferimos, como materia de nuestra meditación, el día que acaba de transcurrir o el que está por comenzar.
Pos-gustar y pos-vivenciar el día que acaba de transcurrir.
Pre-gustar y pre-vivenciar el día que está por comenzar.

Este método debería ser una suerte de patente de nuestra comunidad. Todo depende de esto: estar en el mundo y hacer que las cosas de este mundo nos conduzcan hacia lo alto. Esta es nuestra específica piedad del día de trabajo, la espiritualidad que se vive en medio del mundo. Los estímulos que nos llegan de las criaturas nos atraen, nos encienden… pero en definitiva todo lo queremos hacer para Dios.      Todo puede atraerme, entusiasmarme, encenderme,  pero en definitiva, todo debo hacerlo, orientarlo en definitiv a Dios. Aquí radica la función de estímulo que las criaturas ejercen sobre nosotros desemboque en la función de traspaso.” (l966)

“Si quieren considerar el tipo más sencillo de meditación, se trata, como saben, de tres preguntas.
 
•    En primer lugar: ¿qué quiere decirme Dios con esto?
•    En segundo lugar: ¿Qué debo decirme a mí mismo?
•    Y finalmente, la tercera pregunta: ¿qué le digo a Dios? Y esto es lo principal: que aprendamos a hablar con Dios, que cultivemos una vida más profunda e interior, una comunión con El.

Este es el sentido de la meditación: tiene que ser una escuela de amor. Por eso la pregunta: ¿qué le respondo a Dios? ¿Cuál puede ser la respuesta? Puede ser un acto de agradecimiento, o de arrepentimiento, puede ser un propósito, o una petición. No se trata de hacer una meditación muy metódica sino sencilla y natural, como les resulte. Porque el Dios de la vida toca nuestra vida y quiere que le respondamos con la vida…” (1963)

(Textos tomados del libro “Dios Presente” – Cuarta parte : La praxis de la fe en la Providencia, cap. II , Recopilación de textos de nuestro Padre, recopilados por el P. Rafael Fernández)

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