Misiones Cnel. Dorrego Enero 2012

                       Crónica de una semana compartida
 como familia Misionera bajo el amparo de nuestra querida MTA

Todo es tan simple… y al mismo tiempo… ¡cada gesto, cada oración, cada tarea se tornan tan profundas en la Misión!
Es que en ella, en “ La Misión”, se hace vida el pedido de Jesús “ Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos “. Pero con un sello propio: la evangelización se convierte en un compartir con el pueblo la Buena Nueva de Jesús, y un compartir hacia adentro que lleva a una transformación de corazones en todos, pueblo y misioneros, que emociona por un lado y lleva por otro lado a un crecimiento espiritual enorme.

Partimos el Domingo 22 de enero muy temprano, como siempre, hacia Cnel. Dorrego, entre bostezos y rostros anhelantes luego de la oración y el envío misionero en el Santuario de La Plata. Muy sentidos y profundos, vislumbraron lo que luego sería la línea de espiritualidad en la misión: el Santuario, sus gracias y la figura del Padre Kentenich como padre, aliado, educador, hijo de la Iglesia y profeta.


Ya en Cnel. Dorrego una bendición especial fue la recepción del Padre Hugo y de las Hnas. Franciscanas, que se transformó en cobijamiento permanente. El párroco y los vecinos convocados por él se ocuparon de que no nos faltara nada. ¡¡Qué testimonio el del Padre Hugo!! “Preparó la tierra” para los misioneros, celebró la Santa Misa, compartió, acompañó, animó y cuidó todos y cada uno de los detalles de la organización.

Hicimos propia su propuesta: “Misionar y misionar”. El Espíritu Santo nos animó de tal manera que cubrimos toda la zona ya prevista, volvimos para golpear nuevamente en casas que en la primera visita no estaban, visitamos nuevos barrios y algunos misioneros fueron a ver familias que habían misionado el año anterior: ¡hay que escuchar sus testimonios!
Ha sido una misión fuerte e intensa:
Fuerte, por las realidades con las que nuestros jóvenes misioneros se enfrentaron o conocieron en muchas familias.
Fuerte, porque nuestros jóvenes se adaptaron y respondieron como hijos de María que son e hicieron suyo el “NADA SIN NOSOTROS”, convencidos de que ELLA es la GRAN MISIONERA.

Fuerte, porque la persona de nuestro Padre Fundador se coló entre nosotros; flotaron sus palabras, su imagen en sus innumerables gestos, sus ideas, su vida toda.
Y tuvo su máxima expresión en la visita que hicimos al SANTUARIO DE PASO MAYOR. Vivencia profunda de vinculación con él, al pisar el mismo suelo que él pisó, donde se dirigió especialmente a los jóvenes. Formar parte de esos frutos extraordinarios que profetizó fue una experiencia única de Alianza, concretada además por dos chicas de la Juventud Femenina que sellaron allí su alianza filial con el Padre Fundador.

Se sumaron misioneros del pueblo, además de las jóvenes que habían venido de Lobería (ciudad también misionada por las Misiones Familiares) de modo que: ¡nos quedamos sin cruces y pañuelos habiendo llevado 100!
Se llevaron a cabo las actividades habituales con niños, jóvenes y matrimonios. Los jóvenes con sus charlas, mates y el infaltable fogón del último día. El grupo de los niños corriendo en la plaza, cantando, jugando, compartiendo dulces y ofreciendo en la última Santa Misa un Rosario hecho por todos ellos.
El Rosario y la mil Avemarías…
Una reunión compartida con matrimonios con el apoyo de un matrimonio de la Familia de Bahía Blanca.
Se reunieron las misioneras del pueblo de la Campaña de la Virgen Peregrina para proyectar nuevas estrategias de apostolado.

Las Misas de todos los días compartidas con todo el pueblo, en la plaza o en la Capilla San José.
Las salidas por las radios FM del pueblo contando quiénes éramos, qué hacíamos y a qué habíamos ido.

La peña de la noche final.
¿Qué otra bendición podíamos pedir? Sin embargo podríamos llenar un montón de páginas agradeciendo tantas gracias recibidas.
La bendición de convivir y compartir con nuestros sacerdotes, el Padre Hugo y el Padre Javier; con el diácono Pedro y la ayuda de Oscar, nuestro seminarista.
La bendición de vernos los adultos, contagiados por la fuerza y la alegría puesta por nuestros “hijos”, digo jóvenes misioneros, en cada actividad, en cada canto, en cada oración.
¿Quiénes si no ellos representan la esperanza de ver reflejado en el mundo lo que DIOS pensó para los hombres?
No dejemos de pedir fervorosamente por la continuidad de las MISIONES FAMILARES y que este llamado alcance a muchas familias más.
¡Que NUNCA se apague la llama MISIONERA!
MISIONEROS… ¡¡¡A MISIONAR!!!

Un matrimonio misionero

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