Semblanzas de nuestro hermano Juan Carlos Lombardi

por Teresita y Eduardo Dedomenici (Curso 2). 

 

Nuestro querido Juan Carlos Lombardi, valioso miembro del II Curso de la Federación, ha partido a la Casa del Padre.

Como hermanos de Curso, quisiéramos recordarlo hoy tal como permanecerá en nuestros corazones para siempre.

En primer lugar, diremos que estamos enormemente agradecidos a Dios y a la Mater por habernos regalado caminar junto a él por más de 30 años.

Juan Calos y Graciela tuvieron cinco hijos y Dios les regaló doce nietos. Toda su familia consanguínea incorporó su fe pero también ese estilo alegre y apasionado de proclamarla.

Con su Gra, como le gustaba llamarla, Juan fue un ejemplo encarnado, vital e inspirador de nuestro Ideal de Curso. “Familia Santuario, con Alegría, Misionera del Padre” Su vida y su obra lo reflejan en cada una de sus partes:

Juan Carlos, construyó “Familia” desde el principio con aquellos jóvenes matrimonios que, en 1985, dimos nuestros primeros pasos en ese proyecto que llamado, al principio, Federación de Matrimonios y luego Federación Apostólica de Familias. Como hermano, y en algunas ocasiones como padre, nos alentó y nos animó a encarar los enormes desafíos que implica el crecimiento de un Curso y de la Federación misma.

Juan Carlos construyó “Santuario” no sólo porque desde allí forjó su vocación a los pies de María sino porque él mismo, por inspiración de su querida Mater y designio de Dios, se consagró cristífero, portador de Jesús Sacramentado y proclamador de su Palabra como Diácono Permanente; siempre junto Graciela. Por eso en el Curso hemos destacado su “apostolado diaconal matrimonial”.

Juan Carlos, construyó “Alegría” entre nosotros y entre las muchas comunidades que incansablemente frecuentó, llevando la Palabra, la Eucaristía y sobre todo un amor fervoroso y alegre por ese “bien poseído” que cobija, transforma y envía. Alegría esperanzada que impulsa, inspira y anima.

Juan Carlos construyó “Misionera del Padre”. Lector incansable de nuestro Padre Fundador supo encarnar con su modo original la pedagogía Kentenijiana y aplicarla con amor incondicional a la misión.

Todo ese torbellino de ideas, proyectos y actividades apostólicas que desarrolló, lo hizo padeciendo una enfermedad autoinmune que conllevaba un enorme dolor físico; un dolor que difícilmente dejaba traslucir. También en esto asumió en su cuerpo el padecimiento de su Maestro.

Víctor Frankl escribió “cuando un hombre tiene un por qué vivir, soporta cualquier cómo” y Juan Carlos nos mostró siempre cual debía ser nuestro “Por qué” y Dios nuestro “como”.

“Juan Carlos fue un importante dirigente laico desde su juventud de innumerables iniciativas pastorales en la Arquidiócesis, destacándose por su pasión en la entrega a Jesucristo.” Así reza la semblanza de la Curia platense. Juan Carlos también nos mostró un modo muy luminoso de ser corazón de la Iglesia.

Efectivamente, participó en muchas comunidades de base. Los que lo recuerdan y hoy lo lloran, por ejemplo, sus compañeros del Movimiento Scout, experimentaron en él un líder nato, paternal e inspirador, solidario e incansable animador de grupos. En su querida Parroquia de la Anunciación, fue un incondicional asistente del Padre Hernando Cocci con quien formó y condujo diversos grupos parroquiales, tarea que desarrolló con todos los párrocos que sucedieron a este enorme y querido sacerdote platense. Supo aplicar, en la práctica, los principios de la Confederación Apostólica Universal, muchas veces contra corriente. Nunca lo detuvieron las opiniones en contra de lo que él percibía como un llamado de Dios.

Desde muy joven, su espíritu cristiano y solidario se forjó en el opresivo ambiente de la lucha fratricida de los 70 impulsando acciones laicas por la paz y la concordia.

Más tarde, con Graciela participaron activamente del Movimiento de Jornadas de Vida Cristianas y del Movimiento Familiar Cristiano sin olvidar su paso por la Democracia Cristiana. Estaba convencido que la solidaridad podía ser una política de Estado.

Hoy, Juan Carlos forma parte de nuestra propia galería de héroes federados que desde el Cielo, junto a María, nos inspiran a ser faros de un mundo nuevo. Hombres y mujeres que hicieron de la santidad de la vida diaria su máximo anhelo. Hijos e hijas espirituales del Padre Fundador que supieron luchar por encarnar en forma ejemplar los ideales de la espiritualidad Schoenstattiana para ser corazón de la Iglesia y alegría de nuestro Padre Dios.

Gracias Juan Carlos por tu entrega incondicional, gracias por soportar el dolor que nos redime y gracias porque junto con Graciela nos mostraste que es posible ser “Familia Santuario con Alegría Misionera de Padre”.

 


 

 


 

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